martes, 13 de marzo de 2018

Lenina: “Queremos que la población pueda volver a confiar en el movimiento estudiantil”

Foto: imgrum.org 


La Asociación de Estudiantes Universitarios -AEU- “Oliverio Castañeda de León”, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, por largos años estuvo copada por una dirigencia mafiosa, siempre bajo la sombra de las autoridades que, mirando para otro lado, permitieron sus fechorías (negocios sucios, extorsiones, venta de drogas, grupo de choque ante cualquier intento de organización genuina de los estudiantes). Estos “estudiantes”, en realidad: activistas políticos de derecha y oportunistas ligados a negocios clandestinos, opusieron todo tipo de resistencia antes de cambiar. Pero en el 2017 el voto estudiantil les cerró camino, eligiéndose una nueva directiva, democrática y transparente. Su actual Secretaria General: Lenina García, 26 años, estudiante de la Licenciatura en Enseñanza del Idioma Español y Literatura, es la primera mujer en dirigir la Asociación. Con visión clara, muy determinada en el proyecto político-estudiantil que la nueva AEU impulsa, contó en la siguiente entrevista cómo está la situación en este momento, abriendo perspectivas de futuro sobre la compleja problemática de la educación superior en el país, la universidad pública y la situación nacional general. 

POR MARCELO COLUSSI 



Pregunta: Después de casi ocho meses de haber asumido la nueva AEU, ¿qué balance podrían hacer con este tiempo transcurrido? ¿Cómo está la situación de la AEU actual y su relación con la vieja mafia de la AEU, y con las autoridades universitarias?

LG: Nos sentimos muy contentos por varios motivos. Primero, por haber recuperado la Asociación de Estudiantes Universitarios después de 17 años de cooptación. Eso es muy importante y nos pone muy contentos, porque demuestra que sí se pueden recuperar las instituciones, pese a la cultura mafiosa que sigue estando enraizada y que desea mantenerse en los espacios usurpados por años. Recuperar una organización estudiantil donde se destruyeron los tejidos entre los estudiantes durante tanto tiempo, donde se desaparecieron estudiantes, se asesinaron, donde se masacró gente y se creó terror, es muy complicado. Es algo tan difícil porque tenemos que partir de cero, pues no existe ningún precedente, ninguna sistematización que nos permita entender cómo funciona, o cómo debería funcionar, una AEU legítima. De hecho nuestros actuales referentes son personas de la época de Oliverio Castañeda, gente de alrededor de 70 años; faltan estudiantes jóvenes con los que podamos intercambiar sobre estos asuntos. En otros términos: nos tocó a nosotros solitos ir descubriendo una enorme cantidad de aspectos de los que no conocíamos nada, ir armando como podíamos las piezas de un rompecabezas sumamente complejo. Cuando en los años 90 del pasado siglo se dio la última representación democrática de la AEU, el contexto de la universidad era muy distinto: no había la cantidad de estudiantes que existe ahora, ni estaba tan descentralizada. La realidad de hoy día es muy distinta a la de años atrás, porque el campus central no absorbe a todos los estudiantes, dado que ahora la universidad tiene presencia nacional estando en todos los departamentos, hay muchas carreras nuevas, y dada la precariedad con que se mueve la educación en nuestro país, tenemos problemas nuevos, como clases abarrotadas con más de 200 alumnos en un salón. Es decir: estamos ante cosas nuevas donde nadie nos puede dar orientaciones. Tenemos que ir descubriendo y resolviendo nosotros esta nueva situación actual de la universidad. Por todo ello nuestra gestión no es fácil. Además se suman dos factores sumamente importantes: por un lado, la corrupción con que nos encontramos, que está en todos los rincones del país, y por supuesto también en la universidad, y por otro, la despolitización del movimiento estudiantil como herencia de lo que sucedió a nivel nacional estos últimos años. Y también podría agregarse, como otro elemento con el que tenemos que luchar, la confusión que existe con los estudiantes y ciertas prácticas que no son nuestras, que vienen de las viejas prácticas corruptas, pero que muchas veces nos las endilgan.

Pregunta: ¿Cómo cuáles? ¿A qué te referís exactamente?

LG: Sucede con los encapuchados de la Huelga de Dolores. Por allí se ven encapuchados desarrollando las viejas prácticas corruptas y se dice que son de la AEU. En realidad nos desmarcamos totalmente de esas conductas mafiosas del pasado, nuestro proyecto no tiene nada que ver con eso. Con todo esto quiero decir que nuestra gestión está hecha bajo presión, enfrentándonos a gran cantidad de problemas, de desafíos. De hecho, hasta el lugar físico de la AEU nos costó mucho recuperarlo, porque no nos lo querían entregar. Incluso se dieron hechos de violencia intimidatorios hacia nosotros, y las autoridades no nos apoyan en todo esto. O, en todo caso, nos apoyan en algunas demandas, y en otras no.

Pregunta: Hablaste de hechos de violencia. ¿Qué papel está jugando ahora la vieja AEU?, que sabemos mantiene vínculos con sectores oscuros, incluso del crimen organizado.

LG: Esa gente, que desde hace 5 años se conocen internamente como Comisión Transitoria, durante los largos años que mantuvieron cooptada la estructura fueron creando una red de crimen organizado, que en la actualidad no está del todo desmantelada. Las redes de locales con venta de licor y de discotecas que están en torno a la universidad las siguen manejando, directa o indirectamente, y si bien hay una ley que las prohíbe, eso no se acata. También dentro de la universidad hay muchas ventas de comercio informal (ropa, artesanías, comida, etc., etc.), en muchos casos ligadas a venta de drogas, o que actúan como informantes. Las viejas estructuras corruptas mantienen vínculos con todo esto. Y si bien nosotros asumimos la nueva AEU, esta gente sigue haciendo su negocio porque no se han ido de la universidad. Incluso la política universitaria que tiene que ver con la gestión administrativa de la institución, está llena de corrupción, y estas redes de estudiantes tienen que ver con eso. La vieja AEU, y lo que pasó a ser la Huelga de Dolores, son los operadores políticos de esos sectores corruptos a alto nivel que tienen secuestrada la universidad. Siempre se manejaron con criterios de matonaje, manipulando estudiantes, amedrentando. Hoy día esas prácticas persisten, y nosotros hemos sido víctimas de intimidaciones, de amenazas: nos llegan mensajes anónimos, nos provocan.

Pregunta: Hechos de violencia física directa, concreta, ¿han sufrido?

LG: Hechos concretos de violencia física: no. Al menos nosotros, los miembros actuales de AEU, no hemos tenido. Pero sí ha habido actos de agresión con estudiantes cercanos al movimiento, y este año hubo una violación de una estudiante, actos que deducimos vienen directamente de estas redes mafiosas, como intimidaciones.

Pregunta: ¿Qué están haciendo para contrarrestar toda esa provocación?

LG: Ha habido varias acciones. Se han hecho las denuncias pertinentes a las autoridades, en el Ministerio Público. También se denunciaron los hechos a través de redes sociales, lo hemos presentado ante el Consejo Superior Universitario, lo hemos hecho viral. Y también lo hemos trabajado con las bases estudiantiles, para que conozcan exactamente cómo es la situación real. Pero en el ordenar la casa a partir que tomamos posesión es donde más tiempo se nos ha ido. Todo ese trabajo burocrático-institucional, para recuperar el presupuesto, para establecer las asociaciones de las distintas unidades académicas, para hacer las coordinaciones necesarias dentro de la universidad, nos toma muchísimo tiempo, muchísima energía.

Pregunta: Sin dudas la corrupción, establecida ya como cosa “normal / natural”, campea en todas las estructuras del Estado, y también en la universidad pública. Eso va de la mano de esa despolitización del estudiando que mencionabas. Como AEU, ¿qué se plantean para enfrentar todo eso, y transformarlo?

LG: Recuperar nuestras instituciones legítimas es una forma de ir luchando contra todo eso. Cuando digo recuperar nuestras instituciones, me refiero a las distintas asociaciones de las unidades académicas, los jurados de oposición, representantes ante el Consejo Superior Universitario. Es decir: los espacios de representación estudiantil buscamos que sean verdaderamente democráticos, y desde ahí, comenzar a cuestionar el modelo vigente. Por ejemplo: recuperar la asociación de Derecho es un gran paso, porque de ahí salen las personas que tienen mucho que ver con la institucionalidad del Estado, pues de allí se influye para la elección de magistrados del sistema de justicia, para la elección de Fiscal General. Recuperando esos espacios los estudiantes pueden impedir que sigan llegando profesores elegidos “a dedo”, por compadrazgo o por acuerdos políticos no transparentes, garantizando así la calidad académica. De hecho, tenemos un plan de trabajo con el que ir trazando una ruta mínima para recuperar la universidad. Dicho plan presenta cuatro ejes de trabajo: eje político, eje académico, eje comunicacional y eje de fortalecimiento institucional. En el eje político tenemos establecido trabajar no solo en el campus central sino en todos los centros del país, para ir acercándonos a todo el estudiando e ir sentando las bases para crear una Confederación de estudiantes. Tal como estamos hoy, los actuales estatutos no contemplan los centros universitarios del interior del país, por lo que queremos trabajar fuertemente en cambiar eso, así logramos que muchos más estudiantes se empoderen y se articulen en nuestras demandas. En ese sentido, tenemos pensado desarrollar una escuela de formación política. Esa iniciativa tiene que ver con el eje político y con el eje académico; se busca involucrar a estudiantes que ya participan en alguna asociación, para que tengan una mayor sistematización en temas vinculados a movimiento estudiantil, realidad nacional e internacional, derechos humanos. Todos esos son temas muy importantes y podrán hacer que los estudiantes vayan involucrándose más en sus asuntos, permitiéndolos empoderarse más. También queremos cambiar los estatutos para crear la Confederación Nacional de Estudiantes. Por otro lado estamos trabajando en el tema de acceso a la información pública. Sabemos que allí hay una ley que permite el libre acceso a la información pública: en ese sentido queremos desarrollar los mecanismos para que cualquiera que lo desee pueda pedir información al departamento de información pública de la USAC. A través de eso puede saberse mucho de lo que hoy día está silenciado, disfrazado, manejado con prácticas corruptas dentro de la universidad.

También queremos desarrollar un departamento de denuncias y fiscalización desde la AEU. Eso, porque nos llegan muchas denuncias de estudiantes que nos hacen saber, por ejemplo, que hay catedráticos que les están cobrando para hacerles ganar un examen.

Pregunta: Sin ánimos de entrar en chismes, pero para tener una real dimensión de la corrupción con la que nos encontramos, ¿qué tipos de denuncias reciben ustedes como AEU?

LG: Por ejemplo, esto que decía: que hay catedráticos que piden dinero para hacer ganar una clase. O también la forma en que se eligen los docentes, sin seguir ningún mecanismo transparente. También recibimos denuncias respecto a manejos corruptos en el plan de prestaciones, elecciones espurias en algunas asociaciones sin la menor presencia de mecanismos democráticos. Acoso sexual, machismo en las aulas, profesores que obligan a sus alumnos a comprar sus propios libros. En fin: hay una variedad de acciones corruptas, y nos llegan continuamente denuncias de todo eso.

Pregunta: Volvamos al eje académico del que estabas hablando.

LG: En ese ámbito estamos tratando de desarrollar diversas actividades académicas para beneficio de los estudiantes, como foros o encuentros sobre temas que hemos identificado como de interés. Por ejemplo, vamos a desarrollar una semana sobre el tema de la Resistencia de los pueblos; es decir: pueblos afectados por la minería, o por el robo de sus territorios, o pueblos en resistencia como La Puya. Ahora acabamos de terminar una semana sobre género, donde se tocaron temas de actualidad ligados a esto, al feminismo, al Día de la Mujer. Con este eje académico se busca que los estudiantes puedan desarrollar un pensamiento crítico y elementos humanísticos. Ahí también vemos todo lo relacionado con becas. Por otro lado tenemos una estrategia comunicacional, donde vemos cómo acercarnos a los estudiantes de la mejor manera posible para que todo el mundo esté convenientemente informado. En el eje de fortalecimiento institucional nos ocupamos del fortalecimiento de la AEU a nivel de infraestructura, de las finanzas. El eje más importante, creemos, es el político, para dotar a los estudiantes de instrumentos con los que poder participar y recuperar su protagonismo.

Pregunta: ¿Cómo es la relación de la AEU con las autoridades en este momento?

LG: Nuestra relación es eminentemente institucional. Defendemos nuestra autonomía como estudiantes, por lo que no nos debemos a las autoridades. Nos coordinamos institucionalmente, haciendo pedidos, revisando algunas cosas en forma conjunta. Pero, insisto: es una relación institucional. Una vez por mes tenemos un espacio en el Consejo Superior Universitario para plantear nuestra agenda.

Pregunta: ¿Hay respuesta positiva?

LG: En algunas cosas sí, en otras no. Recibimos apoyos en las cuestiones que son institucionales y donde las autoridades están obligadas a coordinar con nosotros. Por ejemplo, en temas logísticos, en apoyo con movilización, en proporcionarnos contactos, en facilitarnos este tipo de cuestiones. Pero no hemos tenido apoyo en el tema de la seguridad. Por ejemplo, ahora, durante la Huelga, hay encapuchados que cobran los parqueos y se quedan con ese dinero. Eso es un acto de corrupción. Les hemos manifestado eso a las autoridades, pero vemos una falta de determinación de parte de ellas para actuar.

Pregunta: ¿A qué lo atribuís?

LG: Por supuesto que no son todas las autoridades, pero sí hay personas que se benefician de esos actos de corrupción, por eso a veces no se hace lugar a nuestras demandas. Eso nos pone en situaciones complicadas. La vez pasada, por ejemplo, ante estos cobros ilegales fuimos a desalojar a un grupo de encapuchados en Ciencias Económicas, y logramos que se fueran. Pero se hizo sin el apoyo de las autoridades, exponiendo mucho a los estudiantes, porque se sabe que en esos casos puede haber violencia por parte de estos encapuchados.

Pregunta: Hablemos de la Reforma Universitaria. ¿Qué dice la AEU al respecto?

LG: Por cierto es importantísimo, quizá lo más importante de nuestro plan de acción. De hecho, entra en el eje político. Ahí ponemos toda nuestra energía, y esperamos que así lo haga también el grupo que nos continúe en la gestión de la AEU. Creemos que la profunda crisis que vive la USAC en este momento solamente se podría redimir a través de la Reforma. Habría que cambiar el modelo educativo vigente, que es un modelo tradicional, bancario, no actualizado a nuestra realidad actual. Es un modelo obsoleto, que hace muy difícil graduarse, con una calidad docente muy mala, con métodos de evaluación ya casi inservibles. Hay mucho que cambiar, también los modelos de representación democrática que se dan a lo interno. Por ejemplo, en el Consejo Superior Universitario solo tienen representación las Facultades, no así las Escuelas. Además, como decíamos, hoy la universidad está muy descentralizada, por lo que todos los centros del interior deben tener voz y voto. Habría que reformar el tema presupuestario, los mecanismos de contratación de personal, temas administrativos. Hay que reformar todo. Por eso la Reforma es algo primordial para actualizar la universidad. Le damos mucha prioridad a todo esto, nos parece fundamental. Y creemos que en todo esto el movimiento estudiantil tiene que jugar un papel clave, no dejando todo en manos de gente que está llevando el proceso con su propia agenda y a su propio tiempo. Sin dudas, es un trabajo titánico, porque la gente que está llevando esto adelante ya está acomodada con lo tradicional, y no se le ve muchas intenciones de cambiar nada en serio.

Pregunta: La educación pública, en todos sus niveles, ha sido bombardeada por las políticas neoliberales. Actualmente en Guatemala, solo el 50% del estudiantado universitario va a la pública, la San Carlos, mientras que el otro 50% se distribuye entre las 12 universidades privadas que existen. ¿Cómo ven este fenómeno desde la AEU?

LG: La crisis generalizada de la educación pública responde a la crisis de este capitalismo neoliberal que padecemos. El modelo vigente prioriza la formación universitaria de mano de obra barata para el mercado laboral, y no la formación de personas críticas de su realidad. La USAC, durante el conflicto armado, aportó muchos intelectuales que cuestionaban la guerra y el modelo social que la produjo, lo que llevó a muchos profesionales a participar directamente del movimiento revolucionario. Incluso la AEU de ese entonces formó muchos líderes que se involucraron con la guerrilla. Buena parte del movimiento estudiantil de aquellos años participó de luchas populares, yéndose a la montaña en muchos casos. Eso hizo que se desatara una feroz represión contra la universidad. Firmada la paz, las elites poderosas del país cooptaron la universidad de San Carlos, porque allí estaba el cerebro de la crítica. Toda esa represión llevó a precarizar la universidad, convirtiéndola en una formadora de gente con título pero sin el más mínimo pensamiento crítico. Ese es el panorama actual de la educación superior: una formación precaria, nada crítica, solo para un 2% de la población. Creemos que la universidad pública tiene que volver a tener alta calidad académica y también humanística. Eso tiene que ver también con una revolución ética, para salir de la corrupción y la impunidad. Hay que romper con el individualismo que trajo el neoliberalismo; hay que volver a fomentar los criterios de solidaridad, de bien común, salir de ese individualismo atroz que vivimos. Hay que repensar la universidad que queremos, a 100 años de la Reforma Universitaria de Córdoba, en Argentina. Y hay que repensar con criterios actuales los logros de aquella reforma, como la libertad de cátedra, o el cogobierno, o la autonomía universitaria. Hoy día, libertad de cátedra, para muchos docentes es sinónimo de enseñar lo que quieren sin la más mínima supervisión de nadie. O cogobierno no significa solo permitir la participación de los estudiantes sino tomar realmente en serio su voz. También el tema de la autonomía hay que repensarla: por ejemplo hoy, en nombre de la autonomía, la universidad entrega sus informes a la Contraloría General de Cuentas no permitiendo que se la investigue a fondo.

Pregunta: ¿Sería deseable que entre la CICIG a la universidad?

LG: Sí, se puede. Su mandato es desarticular estructuras de crimen organizado, y la universidad, lamentablemente, ya tiene mucho de eso. Eso lo piden los estudiantes. Habría que investigarla, porque en nombre de la autonomía se cometen muchas irregularidades, que quedan impunes. Hay que empezar a mirar a la universidad con un enfoque de derechos humanos. Eso no existe, y habría que comenzar a pensar una universidad solidaria que vaya más allá de la actual visión de mercado, comercial, que prepara técnicos totalmente desprovistos de cuestionamientos y valores humanos.

Pregunta: Hablaste mucho de la corrupción. De alguna manera, esta nueva AEU es producto de las movilizaciones anti-corrupción que surgieron en el 2015, es uno de sus efectos. Pero ahora esta AEU aparece en el recién formado Frente Ciudadano contra la Corrupción, al lado del alto empresariado, del CACIF, de  FUNDESA. Hubo gente que criticó eso, llegando a decir que eso constituye una “traición”. ¿Cómo evalúan ustedes todo eso?

LG: Sin dudas las movilizaciones del 2015 fueron el escenario que nos permitió fortalecernos para llegar a recuperar la Asociación de Estudiantes. Pero antes ya había organizaciones, articulaciones dentro del movimiento estudiantil que venían trabajando con un espíritu crítico, cuestionando la situación de la universidad. El 2015 permitió que esos grupos que venían trabajando aislados se juntaran. Ahí surgió nuevamente la esperanza de volver a tener participación en la política nacional, de ser críticos, de protagonizar cambios. Es importante decir que nosotros, que esta nueva AEU, no nos creemos ninguna vanguardia. Nosotros nos organizamos ahora, y salimos a la calle, pero los pueblos originarios vienen haciéndolo desde siempre. En todo caso se podría decir que en el 2015 hubo un despertar ciudadano, pero en la ciudad, porque en otros espacios esa movilización siempre estuvo. No somos la vanguardia, porque existen otros muchos grupos juveniles que también desarrollan un pensamiento crítico. En cuanto al Frente Ciudadano contra la Corrupción, es importante señalar que aunque hayamos estado en un espacio público junto a otros sectores, eso no significa que necesariamente compartamos sus agendas ni que tengamos intención de articular con ellos. Nosotros tenemos nuestra propia agenda, el plan de trabajo que antes mencioné, que no coincide con la de estos sectores que estuvieron en ese acto público. Participamos en ese Frente porque apoyamos la labor del Ministerio Público y la CICIG, en el entendido que están realizando un buen trabajo en la desarticulación de redes mafiosas. Preciso es decir, de todos modos, que no han tocado ciertas instituciones ultra conservadoras, como el ejército, o el alto empresariado.


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Pregunta: O la Universidad de San Carlos.

LG: Exacto. Como MP y CICIG han tocado algunas de esas estructuras mafiosas, corruptas, nos parece útil apoyarlas en términos políticos, dado que se está fraguando y consolidando el llamado Pacto de corruptos, intentando sacar del país al Comisionado Iván Velásquez, pudiendo llegar a declarar un estado de sitio y criminalizar todo tipo de propuesta, incluso con la ley antiterrorismo que se está fraguando. Es por eso que nos sumamos al Frente, no para apoyar al empresariado. De hecho, nos sorprendieron el día de la realización de la presentación pública, porque nos habían asegurado que esos personajes de la cúpula empresarial no iban a estar ahí. Si esos sectores, muy hipócritamente están apoyando al Foro para que, en definitiva, no se les investigue, nos parece oportuno apoyar el esfuerzo anticorrupción para que, en un futuro, lograr que sí se les pueda investigar. Nosotros somos la primera AEU legítima después de 17 años, por eso creemos que hoy por hoy es necesario dejar a un lado los extremos. No podemos satanizar al sector empresarial, pero sin dejar de ser críticos, debemos incluir a todos los sectores para la construcción de un país realmente democrático. Para la construcción de paz, como dice Carlos Aldana, debemos dialogar, recuperar la memoria histórica, sin dejar de ser críticos. Por todo eso, sin abandonar nuestros principios, participamos en el Foro, para luchar efectivamente contra la corrupción.

Pregunta: ¿Algo más que quisieras agregar ya para concluir?


LG: El trabajo de recuperar una institución como la AEU, que estuvo secuestrada durante 17 años, no es nada fácil. De todos modos tenemos mucho entusiasmo, muchas ganas de hacer las cosas bien, y vamos creciendo, vamos consolidándonos. De 15 que éramos en el momento de la elección, ahora ya somos un grupo de alrededor de 50 estudiantes. Esperamos que ya pronto se visibilicen los cambios que estamos emprendiendo. Todos los ataques mediáticos que estamos recibiendo entendemos que responden a nuestra decisión de tocar las redes corruptas dentro de la universidad, pero eso no nos va a detener. Seguiremos trabajando con una política estudiantil adecuada a los tiempos actuales rescatando los logros históricos de quienes nos antecedieron. Nuestras principales articulaciones son con el movimiento social, con los pueblos en resistencia. Queremos que la población pueda volver a confiar en el movimiento estudiantil... 


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Marcelo Colussi     PLATIQUEMOS UN RATO  

Argentina (1956). Estudió Psicología y Filosofía. Vivió en varios países latinoamericanos y desde hace 20 años radica en Guatemala. Investigador social, psicoanalista y además escribe relatos, con varios libros publicados. Foto: aporrea.org




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viernes, 22 de diciembre de 2017

Latinoamérica: territorio ocupado

Embajador de EE.UU. en Guatemala con activistas/operadores políticos locales, diciembre de 2017. Foto: Embajada de Estados Unidos en Guatemala.  



El rol de las fuerzas armadas de Estados Unidos será mantener la seguridad del mundo para nuestra economía y que se mantenga abierta a nuestro ataque cultural. Con esos objetivos, mataremos una cantidad considerable de gente.

Ralph Peters, Armed Forces Journal, agosto de 2006



POR MARCELO COLUSSI 

Latinoamérica y la zona del Caribe constituyen la reserva “natural” de la geopolítica expansionista de la clase dominante de Estados Unidos. Desde la tristemente célebre Doctrina Monroe, formulada en 1823 (“América para los americanos”…, del Norte), la voracidad del capitalismo estadounidense ha hecho de esta región del planeta su obligado patio trasero.

En todos los países de esta gran zona geográfica, desde el momento mismo del nacimiento de las aristocracias criollas, el proyecto de nación fue siempre muy débil. Estas oligarquías y “sus” países no nacieron -distintamente a las potencias europeas, o al propio Estados Unidos en tierra americana- al calor de un genuino proyecto de nación sostenible, con vida propia, con vocación expansionista; por el contrario, volcadas desde su génesis a la producción agroexportadora primaria para mercados externos (materias primas con muy poco o ningún valor agregado), su historia está marcada por la dependencia, incluso por el malinchismo. Oligarquías con complejo de inferioridad, buscando siempre por fuera de sus países los puntos de referencia, racistas y discriminadoras con respecto a los pueblos originarios -de los que, claro está, nunca dejaron de valerse para su acumulación como clase explotadora-, toda su historia como segmento social, y por tanto la de los países donde ejercieron su poder, va de la mano de potencias externas (España o Portugal primero, luego Gran Bretaña, y desde la doctrina Monroe en adelante, de Estados Unidos).

No queda ninguna duda que, en muy buena medida, el atraso comparativo y el clima de represión que han vivido los países de América Latina y del Caribe a lo largo del siglo XX y en lo que va del presente, tiene como causa la política imperial de Washington. Ello podría llevar a pensar, quizá con algo de ingenuidad, en la “perfidia” de ese país. Sería, en tal caso, el imperio más sanguinario de la historia, con mayores ansias de dominación, perverso por antonomasia.

Pero esa visión es corta, parcial, incorrecta en términos de análisis político-social. La situación concreta de Latinoamérica y su sujeción a los dictados de la Casa Blanca deben entenderse en la lógica del sistema imperante: el capitalismo, y en la dinámica propia que el mismo conlleva.

El capitalismo, desde sus albores, mostró una tendencia irrefrenable: su expansión como sistema y la concentración del capital. La necesidad de mercados, nuevos y cada vez más variados y extendidos, le es intrínseca. “La tarea específica de la sociedad burguesa es el establecimiento del mercado mundial (…) y de la producción basada en ese mercado. Como el mundo es redondo, esto parece tener ya pleno sentido”, anunciaba Marx en 1858. Con el grito de “¡tierra!” proferido por Rodrigo de Triana desde el palo mayor de la Santa María la madrugada del 12 de octubre de 1492, se inicia la expansión del capitalismo y la verdadera globalización. Ahí la Tierra efectivamente se hace redonda, y los capitales comienzan a esparcirse planetariamente en búsqueda de 1) mercados (para realizar la plusvalía), y 2) de materias primas para la producción de nuevas mercancías, inventando interminablemente nuevas necesidades.

Todos los continentes se interconectan comercialmente desde aquel momento, y tres siglos después ya están totalmente definidas las tendencias: Estados Unidos aparece como la potencia emergente, con una dinámica de crecimiento que supera al capitalismo europeo. Sus ansias expansionistas se hacen insaciables ya a mediados del siglo XIX (aparece la Doctrina Monroe), y los países latinoamericanos terminan siendo su retaguardia.

Entrado el siglo XXI, la situación se mantiene igual. Según expresara con total naturalidad Colin Powell en el 2002, entonces Secretario de Estado de la administración Bush cuando la potencia del norte intentaba poner en marcha un proyecto de libre comercio panamericano, el ALCA -Área de Libre Comercio de las Américas-: “Nuestro objetivo con el ALCA es garantizar para las empresas estadounidenses el control de un territorio que va del Ártico hasta la Antártida y el libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, a nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el hemisferio. Dicho en otros términos: un continente cautivo para la geoestrategia de dominación de Washington basada en el saqueo institucionalizado de materias primas, recursos naturales, mano de obra barata y precarizada e imposición de sus propias mercaderías en una zona de reinado del dólar. Por supuesto que la dependencia se asegura también con la injerencia en las políticas internas de cada país, y en último término, en las armas (léase: sus bases militares que hoy atenazan todo el subcontinente, desde Centroamérica a la Patagonia, en un número desconocido pero no inferior a 70).

Lo que establecen los llamados “tratados de libre comercio” impuestos por la Casa Blanca, firmados en forma bilateral por Washington y distintos países de la región, no deja lugar a dudas de quién manda y quién fija las reglas de juego: 1) Servicios: todos los servicios públicos deben abrirse a la inversión privada, 2) Inversiones: los gobiernos se comprometen a otorgar garantías absolutas para la inversión extranjera, 3) Compras del sector público: las compras del Estado se abren a las empresas transnacionales, 4) Acceso a mercados: los gobiernos se comprometen a reducir, llegando a eliminar, los aranceles de protección a la producción nacional, 5) Agricultura: libre importación y eliminación de subsidios a la producción agrícola, 6) Derechos de propiedad intelectual: privatización y monopolio del conocimiento y las tecnologías, 7) Subsidios: compromiso de los gobiernos a la eliminación progresiva de barreras proteccionistas en cualquier ámbito, 8) Política de competencia: desmantelamiento de los monopolios nacionales, 9) Solución de controversias: derecho de las transnacionales de enjuiciar a los países en tribunales internacionales privados.

¿Por qué sucede esto? No por una maldad inmanente de los halcones que gobiernan desde Washington; es el sistema socio-económico imperante el que lleva a este estado de cosas. El capitalismo actual, absolutamente globalizado y dominador completo de la escena política internacional en estos momentos, tiene en Estados Unidos su principal exponente. Los megacapitales que manejan el mundo siguen siendo, en fundamental medida, estadounidenses, hablan en inglés y se rigen por el dólar. Ese capitalismo desenfrenado necesita en forma creciente materias primas y energía. La mundialización del “american way of live” lleva a un consumo interminable de recursos. Poder asegurarse esos recursos y las fuentes energéticas, otorga la posibilidad de manejar la Humanidad. Henry Kissinger lo dijo sin ambages en 1973: “Controla los alimentos y controlarás a la gente, controla el petróleo y controlarás las naciones, controla el dinero y controlarás el mundo”. Esa es la consigna con la que la clase dominante de Estados Unidos maneja las cosas. Si algo falla en ese cometido: ahí están sus poderosas fuerzas armadas siempre listas para intervenir.



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Latinoamérica entra en esa lógica de dominación global, ante todo, como proveedora de materias primas y fuentes energéticas. El 25% de todos esos recursos que consume Estados Unidos provienen del subcontinente latinoamericano. Es imprescindible saber que de las distintas reservas planetarias, el 35% de la potencia hidroenergética, el 27% del carbón, el 24% del petróleo, el 8 % del gas y el 5% del uranio se encuentran en esta región. A lo que debe agregarse el 40% de la biodiversidad mundial y el 25% de cubierta boscosa de todo el orbe, así como importantes yacimientos de minerales estratégicos (bauxita, coltán, niobio, torio), además del hierro, fundamentales para las tecnologías de punta (incluida la militar), impulsadas en gran medida por el capitalismo estadounidense. Esa búsqueda insaciable de minerales metálicos y no metálicos, imprescindibles para los nuevos procesos productivos, ha traído como consecuencia una masiva entrada de explotaciones extractivas en toda la región, con capitales de Estados Unidos básicamente, a veces enmascarados en empresas canadienses, presuntamente más respetuosas en los cuidados medioambientales, pero siempre en la lógica de acumulación por desposesión (aniquilando biosfera, pueblos originarios y culturas ancestrales).


Debe agregarse que en esta nueva fiebre conquistadora -como en pasadas épocas coloniales- vuelve a cobrar gran importancia el oro, no tanto por su utilidad práctica en la industria, sino como posible reemplazo del dólar, dada la tendencia a la baja en el concierto internacional que presenta la moneda estadounidense. Para desgracia de sus habitantes, Latinoamérica es un enorme reservorio de este metal precioso. La actual avalancha extractivista ha disparado sus precios al alza, y su explotación intensiva no repara en daños a la ecología. Por supuesto, el único beneficiado en todo esto es el gran capital estadounidense.

 

La deuda externa de toda la región hipoteca eternamente el desarrollo de los países, y sólo algunos grandes grupos locales -en general unidos a capitales transnacionales- crecen; por el contrario, las grandes mayorías populares, urbanas y rurales, decrecen continuamente en su nivel de vida. Lo que no cesa es la transferencia de recursos hacia Estados Unidos, ya sea como pago por servicio de deuda externa o como remisión de utilidades a las casas matrices de las empresas que operan en la región.

 

Definitivamente, entonces, la gran potencia del norte necesita de Latinoamérica. La noción de “patio trasero” es patéticamente verídica: de aquí extrae cuantiosos recursos en la actualidad, es su reserva estratégica (Venezuela, por ejemplo, almacena en su subsuelo 300.000 millones de barriles de petróleo, suficientes para 341 años de producción al ritmo actual, o el Acuífero Guaraní, en la triple frontera argentino-brasileño-paraguaya incluyendo también a Uruguay, es una reserva de agua dulce fabulosa -en la actualidad, solo en Brasil alrededor de 500 ciudades se surten de él-), le posibilita mano de obra barata para su producción transferida desde su territorio (maquilas, ensambladoras, call centers) y, pese a la actual política anti-migratoria de la administración Trump, sigue proporcionándole recurso humano casi regalado para la industria, el agro y servicios a través de los interminables ejércitos de indocumentados que siguen llegando a su geografía. Sin contar con el mercado cautivo que tiene para los productos que continúa elaborando en su propio país, y que obliga a consumir en Latinoamérica (piénsese en Hollywood, por ejemplo: el 85% de las películas que se ven en nuestros países provienen de Estados Unidos; o la dependencia científico-técnica en que se encuentra la región, virtual esclava institucionalizada de las “marcas registradas” de infinidad de mercaderías que llegan del norte).

 

Todos estos intereses -vitales sin dudas para el mantenimiento de sus privilegios- la clase dirigente estadounidense se cuida muy bien de no perderlos. Para ello está su política exterior latinoamericana, consistente básicamente en el papel que juegan sus gobiernos, no importando si son demócratas o republicanos: la historia ya se muestra escrita desde siempre. Desde la época de Simón Bolívar, quien en 1829 dijera que “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, a nuestros días, la tendencia se mantienen similar. Para graficarlo, se podría apelar a una humorada muy pertinente: “En Estados Unidos no hay golpes de Estado porque no hay embajada americana”. Tal como lo expresa el Documento Santa Fe IV, titulado “Latinoamérica hoy”, del año 2000: “El poder del país [Estados Unidos] se basó ante todo en este hemisferio [Latinoamérica], a veces llamado Fortaleza América”. En otros términos: la región es vital para el proyecto hegemónico de Washington.

 

Dicho de otro modo: los intereses de los grandes capitales estadounidenses necesitan de los países latinoamericanos y caribeños. Para ello controlan la región al milímetro. La controlan con diversos medios: con la manipulación injerencista en la política local, con la dependencia tecnológica, con la impagable deuda externa, con la sujeción comercial. Y cuando todo ello no alcanza, con las armas.

 

Tanto el Documento Santa Fe IV -clave ideológica de los actuales halcones ligados al complejo militar-industrial, que son quienes realmente fijan la política exterior- como el “Documento Estratégico para el año 2020 del Ejército de los Estados Unidos” o el Informe “Tendencias Globales 2015” del Consejo Nacional de Inteligencia, organismo técnico de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), presentan las hipótesis de conflicto social desde una óptica de conflicto militar. La reducción de la pobreza y el combate contra la marginación recogidas en la ambiciosa (y quizá incumplible en los marcos del capitalismo) agenda de los “Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030”, de Naciones Unidas, es algo que no entra en los planes geoestratégicos del imperio. Al que proteste o intente ir contra sus intereses hegemónicos: ¡mano dura! No hay otra respuesta.

 

Para eso están las alrededor de 70 bases militares con alta tecnología resguardando toda Latinoamérica y el Caribe. En realidad, dada la secretividad con que se mueve esta información, no hay seguridad del número exacto de instalaciones militares estadounidenses en la región, pero es sabido que están y no dejan de crecer, lo que se complementa con la Cuarta Flota Naval, destinada a accionar en toda América Central y del Sur. Lo cierto es que su alto poder de fuego, su rapidísima posibilidad de movilidad y sus acciones de inteligencia a través de las más sofisticadas tecnologías de monitoreo y espionaje, permiten a Washington un control total de la zona.

 

¿Por qué tanto control? Las excusas del combate al narcotráfico o al terrorismo internacional quedan cortas. La instalación más grande y poderosa se está construyendo en Honduras, muy cerca de las reservas petrolíferas de Venezuela. ¿Coincidencia? En el Chaco paraguayo se localiza la base Mariscal Estigarribia, pudiendo albergar 20.000 soldados, cerca del Acuífero Guaraní y de las reservas de gas de Bolivia. ¿También coincidencia? Cuando luego de décadas de inactividad se reactivó la Cuarta Flota Naval, el entonces presidente brasileño Lula da Silva se preguntó: “Ahora que hemos descubierto petróleo a 300 kilómetros de nuestras costas, nos gustaría que Estados Unidos por favor nos explique lo que está en la lógica de esta flota en una región tan pacífica como esta”.


Está claro que Latinoamérica es un territorio ocupado por la geopolítica hemisférica de la Casa Blanca. Y no hay, precisamente, fortuitas “coincidencias” entre su intervencionismo (político o militar) y los intereses que defiende. Hay, para decirlo con exactitud, una calculada agenda de dominación. “Con esos objetivos”, tal como asevera el epígrafe: el de mantener la supremacía mundial como potencia para asegurar un capitalismo consumista y depredador, “mataremos una cantidad considerable de gente”. El despliegue de fuerzas militares en nuestros países no lo permite dudar.


Pero no está todo perdido. Si bien Estados Unidos parece una potencia invencible, no lo es. La historia nos lo demuestra. Aunque su control sobre nuestros territorios se muestra omnímodo, siempre quedan resquicios. La historia de la Humanidad, en definitiva, es una larga, interminable lucha entre opresores y oprimidos. Y la historia ¡no está terminada!, como triunfalmente cantara el sistema hace unos años atrás, tras la caída del Muro de Berlín. Si tanto se arma el imperio para controlar, es porque sabe que en algún momento la olla de presión puede explotar. Por eso, para no quedarnos con el amargo sabor que no hay salida ante tanta dominación, recordemos a Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”...

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Marcelo Colussi     PLATIQUEMOS UN RATO  

Argentina (1956). Estudió Psicología y Filosofía. Vivió en varios países latinoamericanos y desde hace 20 años radica en Guatemala. Investigador social, psicoanalista y además escribe relatos, con varios libros publicados. Foto: aporrea.org


“Una revolución en Guatemala que casi nadie esperaba”. ¡No podrás parar de leer esta novela! Ya en Amazon, primeros capítulos aquí 

sábado, 9 de diciembre de 2017

Hay una musa (o poesía del anhelo)

Foto:  imk.es



Sí. Lo confieso 
Hay una musa por ahí 
Una musa a la que eyaculo mis mentiras en las tetas 
Pero en realidad yo soy el engañado
pues no eyaculo más que semen
Semen que se muere después de unos segundos
¡Qué frágil es mi vida!

Hay una musa a la que muerdo los labios con todas mis fuerzas
con toda mi vida hasta hacerlos sangrar para que hablen
para que rompan el silencio de la Vía Láctea
y endulcen un poco mi saliva
bien amarga por tabaco
pero ella nunca me concede nada
¡Solo sexo oral!

Hay una musa de ojos verdes por ahí
pero yo soy incapaz de salir de mi pupila
y de dejarme ver

Hay una musa a la que siempre le cocino en el calor de mi estufa:
un poco de paella un día
y un poco de pasta después
Pero ella se alimenta de mi soledad

Hay una musa que bien podría caminar conmigo
pero aquí estoy otra vez:
solo, estancado por el tráfico
compartiendo derrotero con un millón de infames

Hay una musa que soñé anoche:
húmeda, lloviéndose mil veces por la tarde
Pero hoy me despertó este sol que derrite las ventanas
¡Debo ir a trabajar!

Sí. Hay una musa que promete poesía
Pero yo solo tengo este cuaderno



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Christian Echeverría 


Una rara mezcla entre psicólogo, poeta, escritor, activista, bloguero y periodista cultural que sólo es posible en el siglo xxi. Creador de Asuntos inconclusos



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jueves, 16 de noviembre de 2017

'Sin miedo' (o la voz de los desaparecidos)

Foto: catalnfilms.cat.es


POR MARCELO COLUSSI 

Acaba de presentarse en Guatemala la película “Sin miedo”, del realizador ítalo-español Claudio Zulian. Próximamente comenzará un amplio proceso de socialización del film, llevándoselo a los circuitos de cine comercial, buscándose su difusión en la mayor cantidad de sectores de la sociedad guatemalteca y, al mismo tiempo, su exhibición en la mayor cantidad de espacios posibles fuera del país.

La realización es una producción de Acteon, Monstro Films y CDP, en coproducción con ARTE France, Alebrije cine y video y Óxido, en colaboración con el Programa Ibermedia

La idea es que todo el mundo conozca de una verdad bastante, o muy silenciada: Guatemala sufrió una terrible guerra interna de 36 años de duración entre 1960 y 1996. Producto de ello murieron 200.000 personas, y 45.000 fueron desaparecidas por el Estado. El 82% de esas víctimas fue población maya. Terminada la guerra, más allá del silencio de las armas, nada cambió en la estructura básica de la sociedad, pues continúa siendo uno de los países del mundo donde la distancia entre los más acaudalados y los más desposeídos es de las más abrumadoras. De hecho, con un 60% de su población bajo el límite de la pobreza (2 dólares diarios de ingreso, según la ONU), Guatemala, siendo territorio productor neto de alimentos, presenta una de las tasas de desnutrición más altas del globo.

Pasó la guerra y todo parece seguir igual. Y además, las heridas dejadas por más de tres décadas de conflicto armado, el Estado se niega a reconocerlas, y mucho más, a sanarlas. De ahí que nace esta película.

Según los realizadores, “«Sin Miedo» nace de una extraordinaria intuición. Un grupo de familiares de personas secuestradas y desaparecidas por el ejército guatemalteco durante la dictadura militar, pidió y consiguió que, entre otras muchas medidas de reparación, figurara la producción de un documental a cargo del Estado. Fue en el año 2012 cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó por primera vez al Estado de Guatemala por estas desapariciones forzadas (más de 45.000 civiles) durante los años de la guerra civil (1960-1996). Hasta ahora el Estado se ha negado a acatar la sentencia -y producir el documental- pero los familiares no han querido esperar más. Están convencidos de que lo esencial de la cultura, de la historia y la memoria, se juega ahora también en el campo del audiovisual. Es por esto que «Sin Miedo» es también una exploración de las formas actuales de nuestra memoria (individual y colectiva). El lenguaje del cine, la televisión, el material de archivo, los dibujos y performance nos llevan a través de la historia de esta lucha y somos capaces de ver todos sus aspectos humanos”. 

Foto: Prensa Comunitaria



El documental sigue las peripecias de un grupo de familiares en su búsqueda de justicia por la desaparición de sus allegados. Cuatro de ellos son los protagonistas de la película, quienes narran con un peculiar lenguaje la sangrienta historia de Guatemala: Miguel Ángel Arévalo, Paulo Estrada, Ofelia Salanic Chinguil y Salomón Mejía Estrada

Según su director, Claudio Zulian: “«Sin miedo» existe gracias al deseo expreso del grupo de familiares de los desaparecidos, planteando así otra cuestión fundamental en el campo de la producción audiovisual contemporánea: ¿Quién habla? ¿Quién decide quién puede hablar? Desde este punto de vista, Sin miedo es un extraordinario ejemplo de empoderamiento. El grupo de familiares de desaparecidos siempre ha tenido una clara conciencia de ello. Tan pronto como se emitió la sentencia comenzaron a trabajar: hablaron con directores, productores y técnicos; querían saber exactamente cómo crear un documental; y exploraron la manera en que se ha abordado la trágica historia reciente de América Latina en el campo audiovisual.


Más detalles aquí


Nos permitimos recomendarla, dada que constituye una pieza imperdible para conocer la historia, no solo de Guatemala, sino del mundo. La Guerra Fría vivida décadas atrás, expresión de la lucha de clases a nivel global, terminó; pero el conflicto social de base sigue, y recuperar la memoria histórica es indispensable pare conocer dónde estamos parados y hacia dónde podemos ir... 


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Marcelo Colussi     PLATIQUEMOS UN RATO  

Argentina (1956). Estudió Psicología y Filosofía. Vivió en varios países latinoamericanos y desde hace 20 años radica en Guatemala. Investigador social, psicoanalista y además escribe relatos, con varios libros publicados. Foto: aporrea.org



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