viernes, 29 de enero de 2016

Más de lo mismo

POR MARCELO COLUSSI



Ante la asunción de un nuevo gobierno suele decirse: “beneficio de la duda”, dando a entender así que hay un tiempo prudencial de espera para ver cómo se desenvuelve. En otros términos: no se lo puede juzgar a priori antes que empiece a actuar; hay que esperar que dé sus primeros pasos para valorarlo.

En ese sentido también, con el recién asumido presidente Jimmy Morales, podría decirse que hay un tiempo prudente de espera. No se lo podría juzgar aún con pocos días de instalado: habría que permitir que dé sus primeros pasos para poder establecer una valoración de su obra de gobierno. ¿Beneficio de la duda entonces?

En un sentido: sí. Veamos qué hace. Pero en otro sentido: ¡no, en absoluto! Aquí no hay ninguna duda de lo que representa esta nueva administración. Aquí no hay ningún beneficio a su favor, dándole tiempo a que nos muestre sus “bondades”. Ello, por dos motivos...

, AP

En primer término: por lo que se ha visto hasta ahora en estos pocos días de asumido, por la forma en que llega al poder, por el equipo que lo acompaña, por la evidente y patética falta de programa político, por la improvisación que pareciera cundir en toda la administración, ¿qué podría esperar el campo popular de este nuevo gobierno? ¿Qué perspectiva real de mejoramiento se avizora?

En segundo lugar: esta administración, como cualquiera otra de las que conocemos en el marco de la democracia formal que se viene reproduciendo desde hace tres décadas, ¿qué puede ofrecer de nuevo?

Ambas preguntas tienen respuesta negativa. ¿Por qué motivo habríamos de darle un tiempo para que nos demuestre sus “bondades”? Por el contrario: todo, absolutamente todo, indica que con el presidente Morales no habrá sino más de lo mismo. ¿Por qué habría de ser distinto acaso?

El actual presidente fue un intento de cierre de las protestas del año 2015; una salida “controlada” a la crisis que se vivió. El pedido de lucha frontal contra la corrupción que comenzó a circular el año pasado en las protestas cívicas fue el toque final para sacar de circulación a las cabezas visibles de algunas de las estructuras mafiosas enquistadas en el Estado. Esas mafias no se han desarticulado íntegramente en modo alguno; pero el mensaje que los factores de poder (alto empresariado nucleado en el CACIF y la Embajada de Estados Unidos) enviaron a la población fue de desarticulación de esa cultura corrupta representada por la llamada “clase política”.

Las elecciones fueron el intento de cierre de esa maniobra con la elección de una figura no ligada a la corrupción endémica de los políticos profesionales. Jimmy Morales es, de ese modo, el producto de una jugada político-mediática: “Ni corrupto, ni ladrón”, ofrecía en su campaña. ¿Por qué esperar que, en esencia, fuera algo distinto?

La lucha contra la corrupción (nuevo “caballito de batalla” que parece haber pergeñado el poder imperial de Washington para la región, lo que le puede permitir remover presidentes díscolos a su política) dio como resultado a un Jimmy Morales como paladín de la supuesta transparencia. Pero desde el inicio vamos mal, dado que el comediante de marras no parece ser el perfil más comprometido con los problemas sociales, según lo que se desprende de su popular programa televisivo cargado de racismo y sexismo, y con sus moralejas finales: todo un “regaño” más propio de pastor evangélico que de análisis crítico de los problemas nacionales.

Antes de comenzar a andar, ya varios de los personajes elegidos por el presidente electo mostraron su verdadero perfil: las personas designadas evidenciaron un pasado turbio ligado a la violación de Derechos Humanos y a la falta de transparencia, y tanto por presiones de diversos sectores así como las provenientes de la propia Embajada, esas nominaciones debieron dar marcha atrás.

El Gabinete que finalmente asumió siguió mostrando los vicios de siempre: la ministra de Comunicaciones, Sherry Ordóñez, por ejemplo, presenta deudas con el fisco, acto poco transparente que pone en cuestión toda la prédica de campaña. Y el jefe de Seguridad del presidente guarda lazos con los años de la represión. Pero esto es sólo una pequeña muestra. Sin dudas, que el actual gobierno no es en nada distinto de los anteriores. ¿Cómo podríamos creernos que con un eslogan publicitario se puede combatir un fenómeno tan complejo como la corrupción?

De todos modos, la cuestión es más honda. Morales es la salida controlada de una crisis de gobernabilidad y en modo alguno representa un cambio en la estructura real del país. De hecho, ningún presidente dentro de los marcos de la controlada democracia formal (capitalista) puede ir más allá de los que le impone el mercado y quienes controlan efectivamente las palancas del poder (banqueros, iniciativa privada, multinacionales). Por eso es imprescindible no confundir nunca eso: ¿qué puede esperarse de Jimmy Morales o de cualquier presidente dentro del actual esquema? ¿Sería muy distinto si hubiera ganado Sandra Torres?


“Más de lo mismo” significa que el sistema imperante cambia su gerente cada cuatro años y punto. De ese gerente, ¿por qué esperar algún cambio mágico? Jimmy Morales es un buen actor y probablemente represente aceptablemente bien su papel de “mandatario” por un tiempo. Aunque lo más probable es que ese tiempo sea muy corto, porque la crisis estructural del sistema cada vez es más indetenible.

Artículo publicado en Plaza Pública el 25/1/16 y reeditado por Asuntos Inconclusos el 27/1/16 a las 11:25 horas        

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Marcelo Colussi     PLATIQUEMOS UN RATO

Argentina (1956). Estudió Psicología y Filosofía. Vivió en varios países latinoamericanos y desde hace 20 años radica en Guatemala. Investigador social, psicoanalista y además escribe relatos, con varios libros publicados. Foto: aporrea.org

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martes, 26 de enero de 2016

Montañismo guatemalteco (o la montaña no se vende)

POR CHRISTIAN RODRÍGUEZ



Cuando pienso en montañistas se me viene a la mente una fotografía de un fotógrafo excepcional que me ha cautivado con sus obras sobre Guatemala: James Rodríguez. En ella se ve a un grupo de personas ascendiendo por la arista de una empinada montaña. Al fondo se ve un lago y de sus aguas emergen descomunales laderas que los montañistas tuvieron que sortear en algún momento. Las personas caminan zigzagueando por una pequeña senda para superar la gran inclinación y porteando todo el equipo hasta la misma cumbre. 

Ascienden a la cumbre del cerro Pak'oxom, Río Negro, Rabinal, Baja Verapaz, lugar donde ocurrió una de las cuatro masacres contra su comunidad donde más de 170 personas (hombres, mujeres y niños) fueron asesinadas por el ejército el 13 de marzo de 1982 para dar paso a la creación del proyecto hidroeléctrico Chixoy. Aunado a esa historia tan triste y aberrante, lo es más que muchas personas en Guatemala consideren “héroes” a quienes asesinaron a esas personas. 

Las personas montañistas de esa foto son familiares y amigos de las víctimas que suben cada año esa montaña para rendirles homenaje hasta la cumbre, en el lugar de una masacre.

Pero en un contexto totalmente distinto y retomando el tema del montañismo en Guatemala, las personas que ascienden esa montaña son verdaderos montañistas; practican el montañismo del estilo más puro: ascender montañas para celebrar la vida. 

Cerro Pak'oxom, marzo de 2009. Foto: James Rodríguez

Las personas montañistas de la vieja escuela tienen diversas motivaciones para ascender volcanes y montañas que no tienen nada que ver con el ego, ni con la competencia, ni con esa idea tan vendible y deshumanizadora de “alcanzar el éxito” que tanto nos meten en la cabeza muchos “subidores de montañas” que tienen más de publicistas que de montañistas profesionales.  

Guatemala quizá sea la cuna del montañismo centroamericano, ya que el territorio cuenta con las montañas más altas, los volcanes más violentos y las montañas más salvajes, muchas de ellas aún sin explorar, siendo así un lugar idóneo para la práctica de dicha actividad en toda su magnitud. 

Grandes montañistas, hombres y mujeres, ha dado el país, como Sergio Aragón (que no busca reconocimiento; es más, me costó convencerlo para hablar de él en esta nota), cuya trayectoria es tan extensa que podría llenar páginas y páginas con sus expediciones: ha visitado 4 continentes, muchas montañas en Andes, Alpes, Picos de Europa, Sierra Madre, Pirineos… ha ascendido volcanes por toda América, Asia, África y a punto estuvo de coronar el Everest en los años 80s; hubiera sido el primer guatemalteco en hacerlo, pero una trombosis venosa profunda le impide ascender a más de 8,000 metros. 

Pero las primeras expediciones nacionales a cumbres fuera de Guatemala nos sitúan en los años 60s y nos recuerdan nombres como Pedro Maury, Jorge Baca, Luis Padilla y Carlos Prahl, que dispusieron ascender el monte Aconcagua de 6,962 metros ahí por el año 1965; mismo grupo del que salieron expediciones al Kilimanjaro en África (1981), Alpes en Europa (1973), Himalayas en Asia (1983)… todas en épocas cuando las montañas aún no eran víctimas de la masificación ni la comercialización desmedida.
 
Montañistas guatemaltecos en el Aconcagua en 1965. De izquierda a derecha: Pedro Maury, Carlos Prahl, Jorge Baca y Luis Padilla. Foto: Carlos Prahl 

Eran otros tiempos. No contaban con material técnico como el actual que facilita las cosas y las montañas no estaban adaptadas para recibir a las hordas de turistas montañeros que se ven hoy en día en cualquier montaña. Eran montañistas hechos de otro maíz que, por ejemplo, después de hacer la trilogía (subir 3 grandes volcanes de un tirón: Hunajpú o Agua de 3,760 metros, Chi´gag o Fuego de 3,763 y Acatenango de 3,975), se tenían que regresar caminando hasta la capital y jamás se les ocurrió decir que su actividad era “extrema”. 

Montañistas guatemaltecos en el Kilimanjaro del África, 1981. De izquierda a derecha: Carlos Prahl, Hugo García, Miguel Suárez y Roberto Monsanto. Foto: Carlos Prahl 

En la actualidad, cualquier empresita de aventura de las que abundan en el país vende paseos domingueros al Pacaya y los califica de “extremo”. Son pocas las empresas o clubes que mantienen la filosofía de la vieja escuela y que no van sólo por el dinero o por la “competencia”. La vieja escuela va por realizar ascensos y caminatas largas y duras, en pura convivencia y disfrute de la naturaleza en espacios paradisíacos, tanto nacionales como extranjeros. 

Pero desafortunadamente, quienes más atención tienen de los medios de comunicación son aquellas personas que su línea de montañismo “pro” está basada más en alcanzar cumbres para sacar carteles de marcas comerciales y banderitas nacionalistas y, aunque promueven sus ascensos como parte del "orgullo nacional", tienen tintes más colonialistas ya que promueven sus “proezas” como algo único y excepcional.

Suben para promover marcas comerciales y bajan para contarnos luchas “épicas” contra natura; para hacer creer a la gente que el montañismo está hecho sólo para personas “luchadoras”, “súper atletas”, adineradas o con buenos patrocinadores y no, eso no es cierto: el montañismo lo pueden practicar todas las personas. Si no, díganmelo a mí, que he visto subir y colaborado en ascensiones con personas ancianas, niños y niñas, familias con bebés, personas sin piernas, ciegas, con esclerosis múltiple… 

Me contaba un amigo, Raúl, que en un centro comercial una persona colectaba dinero para lograr su sueño: subir el Everest para plantar la bandera de Guatemala en la cima como si no hubiera ya suficiente basura en esa montaña. 

En 2004 se estimó que por toda la montaña había unas 500 toneladas de basura de miles de personas que llegan anualmente; cada una de ellas ha dejado material de escalada y toda clase de recuerditos: banderitas, cruces, monedas, placas conmemorativas, botellas de vidrio con mensajitos y fotos. Aparte de la basura que se genera cada año durante dos meses por temporada y aunque nadie lo cuente, el peor problema del lugar son los excrementos y la orina acumulados y congelados de por vida.  

Esta persona, entonces, vendía números y pedía colaboración para reunir más de US$ 70 mil que cuesta el paquete más barato para subir el Everest; a eso habrá que sumarle boletos aéreos, estancias y comidas para dos meses. Con Raúl comentábamos lo absurdo que suena pagar tanto por subir una sola montaña, y es que habiendo miles de montañas por el mundo donde no se paga ni un centavo; montañas incluso más hermosas, difíciles y más interesantes que el mismo Everest...  

Para una persona montañista el Everest no es la meta definitiva porque no por ser la más alta es la “mejor montaña”. Todas las personas que hacen montañismo en Guatemala saben muy bien que subir los 4,220 metros del Tajumulco (el más alto de Centroamérica y el Caribe) no representa ni la mitad del esfuerzo, dificultades y peligrosidad que significa subir los 2,550 metros del volcán Santiaguito.

Y es que ese montañismo no es para ir en búsqueda de la montaña más lejana, alta o difícil… En cualquier montaña podrán vivir su pasión, filosofía, amor y entrega… La montaña no se vende.

Me agrada saber que quienes siguen esa filosofía de la vieja escuela son la mayoría, los que se mantienen al margen de la comercialización y son fieles a su pasión por las cumbres, los senderos, la energía de los volcanes, el compañerismo y el gozo de la vida misma de manera más simple y sencilla… Edgar Betancourth, Manuela Rosales, Edgar Rivera, Pami Mendizábal, Rodrigo Ortiz, Mario Tarot, Douglas Leonardo, Deivid Rojas, Pablo Ixcot, Roberto de León, Armando Pineda, Sergio Reyes y muchas personas más que por falta de espacio no las menciono, pero sé reconocer en su labor algo grande: no sólo por ascender montañas por Europa, Asia, Norte y Sudamérica, sino porque también animan y enseñan a otras personas a unirse a estas actividades y comparten sus conocimientos con las personas ávidas de retornar a los espacios naturales salvajes. En mi vida como montañista, estas personas me han enseñado mucho. 

Siento satisfacción también saber que, en una mínima parte, he colaborado con enseñar a otras personas a disfrutar de la montaña. En especial, a personas con discapacidad de Guatemala, y que gracias a los apoyos del Club Andino Guatemalteco, del Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala y su coordinador Jorge Mario Cifuentes, a Finca Tashoro, a la Asociación IBILKI y además de personas  voluntarias como David Aju y Juan Trejo, hemos ascendido varias cumbres en el país como Ipala, Chicabal, San Pedro, Zunil, Tajumulco y Las Granadillas. Expediciones que colocan a Guatemala en la vanguardia del montañismo y discapacidad de Latinoamérica, una noticia que ha llegado hasta Europa en donde recientemente se proyectó el video de una de estas expediciones.



Y esas son las personas que hacen montañismo sin buscar reconocimiento alguno ni “conquistar la naturaleza”. Las montañas no se conquistan, se visitan; no se va a sufrir... simplemente a pasárnosla bien...      

Maltiox chäwe.

Artículo reeditado el 1/2/16 a las 8:28 horas. 

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Christian Rodríguez      DE SIMAS Y CIMAS



Nací en 1976. Crecí en la zona 18.
Para escapar me fui a probar suerte a las montañas (más de 400 ascendidas en Europa, África y América).
Soy guía de montaña titulado en Europa, conferencista, galardonado escritor y fotógrafo. Presidente de Entreamigos-Lagun Artean. Migré a tierras vascas (2009) siguiendo el amor 


Guatemala es una utopía ensangrentada. No podrás parar de leer esta novela. eBook en Amazon y primeros capítulos  

 



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