jueves, 26 de mayo de 2016

Mala leche

POR CHRISTIAN RODRÍGUEZ



Guatemala siempre ha encabezado la producción de leche de la región. Irónicamente, siempre ha estado en la cola de los menores consumidores: Guatemala y Haití son los países donde menos leche se consume en todo el continente americano.  

Foto: SinMordaza

Muchas personas están en contra del consumo de leche al aducir que el ser humano es el único que consume leche tras la lactancia y eso es muy cierto, pero también lo es que somos los únicos que comemos tamales, hamburguesas y todo tipo de químicos conservantes y colorantes.  

Durante casi toda mi niñez, la leche fue uno de esos productos básicos que casi siempre faltaba en nuestra mesa, no porque estuviéramos en contra de su consumo, sino porque para nuestra familia era un producto muy costoso. Los cereales que comíamos (muy de vez en cuando) los teníamos que ahogar en café o en Incaparina. 

Por las mañanas solíamos ver pasar a las cabras y al pastor ofreciendo leche. El pastor anunciaba su paso con unos latigazos al aire, era la señal para salir corriendo a la calle a ver pasar la caravana de cabritas y, aunque no siempre podíamos comprar su leche que era mucho más cara que la de vaca, algunas veces mis padres hicieron el sacrificio a sabiendas de la importancia de las proteínas y grasas que nos podían aportar a nuestros enteleridos cuerpos. 

Los vasitos se iban llenando con leche calientita y espumosa mientras ordeñaba a la cabra en el momento, enfrente del cliente. Era un espectáculo verlas transitando entre esas claustrofóbicas calles. En ese entonces meaban y cagaban en la tierra, alimentándola, pero ahora el suelo está cubierto de concreto y los orines y las cacas se quedan embarradas en él y en las suelas de los zapatos de quienes caminan desprevenidos.

Muy de vez en cuando también pasaba por esos callejones de la zona 18 una señora empujando una carreta con dos grandes depósitos de leche, era más barata que la de cabra y por eso sacábamos un pichel para que nos lo llenara. La señora, al ver que el negocio funcionaba, le fue aumentando de precio y también de agua, la leche cada vez parecía más clara y sabía menos a leche, así dejamos de comprarle.

Foto: Christian Rodríguez

La leche que se consume en Guatemala, al menos la que nos alcanzaba comprar, es de muy dudosa procedencia, de poca calidad, más agua que otra cosa y aún así sigue siendo costosa, tanto, que nos acostumbraron a adquirirla en polvo.

Mientras a EE.UU. entraba polvo blanco (que no era leche, precisamente), ellos nos enviaban a modo de caridad leche en polvo que era distribuida por iglesias evangélicas que la daban a precios muy bajos y en algunas ocasiones incluso la regalaban. Le llamábamos “leche pedorra” porque era tan pesada para nuestros organismos que nos producía dolores de estómago, se nos inflaba y consecuentemente producía unos gases muy heavys. No sé si las iglesias evangélicas querían que con los gases incrementáramos el efecto invernadero del planeta y así acelerar el fin del mundo, el advenimiento con el que tanto sueñan estos comerciantes de la fe. 

“¿En polvo? ¿Es en serio?”, es la reacción de muchas personas europeas que no me creen ese cuento porque la leche es líquida, sale de seres vivos y tiene mucha agua; no debería de salir de latas de aluminio ni de bolsas plásticas.

El consumismo salvaje nos ha hecho creer tantas incoherencias, nos han enseñado que lo normal es rellenar a los bebés con leches de fórmulas, ya que lo “raro” es que las madres produzcan buena leche materna. Una vez destetados, nos hacen creer que es mejor darle al nene o a la nena una compota artificial de grasa hidrogenada con azúcares y sabor artificial de banano, que darle un banano de verdad. Quiere decir que a la mayoría de la niñez de hoy en día se le alimenta con comida chatarra.

Hasta mi juventud, la leche seguía siendo un producto costoso, pero nuestro nivel económico había mejorado y, aunque aún seguíamos sorteando la línea que diferencia entre ser pobre y estar en pobreza extrema, nos alcanzaba para comprar leche líquida: poco más de un litro para toda la familia a la semana.

Mientras la OMS recomienda que las personas consuman leche y sus derivados en un mínimo de 180 litros anuales, en Guatemala el consumo es de apenas 60. Muy por debajo del mínimo y muy lejano de los 200 litros por persona que consumen en Europa o en Costa Rica, para no ir tan lejos. 

Ya de adulto, con varios ingresos laborales en la familia, por fin podíamos darnos el lujo de comprar leche líquida de manera habitual, aunque no era leche al pie de la vaca, sino leche líquida mezclada con químicos preservantes en una especie de ubres artificiales, bolsas de plástico y tetra paks que le llaman, siendo gracias a este envase que el producto seguía siendo caro, aparte del costo de generar basura no biodegradable.

Llegaría a tener más de 20 años y jamás había probado un yogur (el lácteo en su máxima expresión), era imposible para nuestros bolsillos comprárnoslo y, cuando lo probé, no sé si realmente me gustó pero decían que era muy sano y nos lo recomendaban, así que lo engordamos de azúcar para que nos pasara por el gaznate. 

Cuando migré a Europa me di cuenta que la comida básica como los lácteos y sus derivados eran muy baratos allí. 1 litro de leche cuesta unos Q3 mientras en Guatemala no baja de Q12*. Se consume muchísima leche en Europa, más de 150 litros al año por persona. 

Viviendo en Europa y sabiendo que los lácteos eran baratos, se me antojó un yogur y fui al supermercado, a uno de los más baratos y cutres de Bizkaia. De pronto me encontré con una estantería refrigerada y me bloqueé: no sabía qué elegir, tenía frente a mí diferentes tipos y marcas de yogures: natural, azucarado, edulcorado, con frutas, con pulpa de frutas, con semillas, con zumos, con mermelada, con jarabes, con chocolate, con frutos secos, con café, con especias, aromatizados, cremosos, ecológicos, especiales, desnatados, líquidos, probióticos, tipo petit, estéticos, de soja, vegetales, kéfir, kumis, bifidus activo y L-Casei... Me estresé: ¡yo sólo quería un maldito yogur! El otro extremo del consumismo es bombardearte con tantas opciones para que salgas estresado, así que ese día me compré un flan, no vaya ser que luego ande de “mala leche”… 

*Modificado el 26/5/16 a las 17:31.   
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Christian Rodríguez      DE SIMAS Y CIMAS



Nací en 1976. Crecí en la zona 18.

Para escapar me fui a probar suerte a las montañas (más de 400 ascendidas en Europa, África y América). Soy guía de montaña titulado en Europa, conferencista, galardonado escritor y fotógrafo. Presidente de Entreamigos-Lagun Artean. Migré a tierras vascas (2009) siguiendo el amor 
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miércoles, 25 de mayo de 2016

Olvido: un poema frente al espejo


Asirme
a mis vísceras palpitantes
de sangre
a mis incontables
pasos de sol
a la verdad
que eyaculan
mis palabras solas
en guerra diaria
contra silencio
no me exonera de olvido…
 

Sigo siendo hueso y sarro
Piel y callo
Gastritis y neurosis
que se olvidan
que se dejan atrás
por una casa de ladrillo
en linderos de tierra alta
o sólo en el anhelo
 

Sigo siendo
cabello cenizo, enredado
que espera detrás
de una puerta
la llegada de la buganvilia
en medio de la noche
fría
Que se olvida
que se deja atrás
por amor esnob a Sartre
a Nietzsche, a Borges
por adicción al miedo
da igual…
 

Asirme
yo
y
olvido después...




Foto: Francesca Woodman

 eternamente

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Christian Echeverría 


Una rara mezcla entre psicólogo, poeta, activista, bloguero y periodista digital que sólo es posible en el siglo xxi. Creador de Asuntos inconclusos
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jueves, 12 de mayo de 2016

Guatemala se re(v)bela, el cuerpo como territorio político (II)

POR CHRISTIAN ECHEVERRÍA 


Un análisis desde varias miradas de la expo fotográfica del reconocido artista visual guatemalteco Daniel Hernández-Salazar en la Alianza Francesa capitalina, en la que acudiendo a convocatoria abierta, decenas de personas diversas se desnudaron ante su lente en febrero en una gran expresión de empoderamiento social 

Foto: Alianza Francesa de Guatemala


Autonomía: la política del cuerpo desnudo
 
Sabrina llevó a sus hijas a la inauguración de la expo en la Alianza Francesa para que la vieran desnuda: “…muchas personas han comprendido esa muestra como un espacio de valentía en esta sociedad, y de libertad. Yo he sentido eso con muchas personas…”. Ana Lucía rompió con su novio para participar. Daniel dejó de ser cucurucho y se hizo artista visual del desnudo: “…lo que vos hagás con tu cuerpo, podrías hacer con tu país, o lo que hagás con tu país, implica lo que podés hacer o no hacer con tu cuerpo…”. Así de claro lo tiene el creador de los ángeles en la imagen del informe del REMHI. Sócrates desnudó su piel indígena y también un chavo trans. Querían decir algo. Quieren ser a su manera. Quieren vivir otra cosa distinta a la que Guatemala le ofrece a los hombres y las mujeres. Son otro poder, aspiran a otra intención. Eso quedó claro.

Un antropólogo marxista como Gilberto López y Rivas podría explicar lo que hicieron así: “En la época actual, caracterizada por una profundización de las tendencias universalistas del capital, encontramos, paradójicamente, en el campo de lo alternativo, el tránsito de un proceso nacionalitario que busca disolver los vínculos nación-burguesía hacia una entidad nacional de nuevo tipo: popular, multiétnica, pluralista y democrática. El desarrollo de la nación tiende, pues, a romper con los límites y superar las contradicciones de la nación burguesa, los cuales se expresan fundamentalmente en la explotación de clases, el racismo, la segregación de pueblos indios, la opresión peculiar de la mujer, la discriminación a grupos de edad, la exclusión de los jóvenes, el control imperialista de nuestras economías y sociedades. Estas contradicciones se dan en el interior de nuestras naciones, y las luchas por superarlas constituyen la esencia misma de la cuestión nacional de nuestros días”.

“Si sos realmente inocente, creo que no necesitás el pudor”, afirma Hernández-Salazar, del “pecado original”. Han sido más de 500 años de patriarcado. López y Rivas nos dice más: “La disputa por la nación como el espacio donde tienen lugar las resistencias contra el imperialismo y la explotación de clase pasa (…) por el fortalecimiento de las identidades múltiples y complementarias (ciudadanía, condición de clase, adscripción étnica, conciencia de género, etcétera)”. ¿Son ellos, entonces, una pequeña muestra de la “Guatemala” que ya se “re(v)bela” contra el poder hegemónico histórico? ¿Qué tantas otras personas están dispuestas a “re(v)belarse” a través de sus cuerpos desnudos? 

“El cuerpo para mí es como la tierra”, dijo el fotógrafo mientras me moría de sed en su casa; mi garganta seca, como río desviado. Debí pedir agua, ya sé, pero en algunas cosas y aunque no parezca, aún siento pena. No sé por qué. “La política de la propiedad, digamos. El cuerpo es el territorio más privado que cada quien tiene”. 

-Pero, ¿puede el cuerpo construir ciudadanía y comunidad? –pregunté.  

-Yo creo que sí, vos –respondió-. Sí, porque te hace asumirte y asumir tus decisiones, que es lo que le hace falta a este país. Te ideolo… ideolo… ¿cómo es? 

-Te ideologiza –corregí.  

-Te ideologiza. 

Su mamá, según cuenta, lo presionó para estudiar Arquitectura en la UFM. Corrían tiempos de falta de libertad en su vida. Igual que para millones todavía    
-Aprendí cosas y está bien –dice con algo de frustración-. Pero también hubo otras cosas que no me hubiera gustado aprender.                         

A pesar de eso, se “re(v)beló”. A finales de 2007, según me mostró en un blog, en plena campaña electoral donde Colom derrota al binomio Pérez Molina-Castillo Sinibaldi del PP y el Congreso promovía la “Iniciativa de Ley para la Protección Integral del Matrimonio y de la Familia”, se desnudó frente a un pequeño público en una galería de arte de la capital y leyó un manifiesto: “La razón de este pequeño ‛performance’, o como quieran llamarlo, es recordarnos a todos y todas la importancia que tiene la libertad de pensamiento en la vida de todo ser. Yo creo que no hay mejor manera de experimentar la libertad que despojándonos de todo lo que nos define, determina y limita”.    

Foto: blog de la klavaza

Sí. Daniel tiene años de usar su cuerpo como mensaje político. Y parece entender muy bien el efecto. 

-Estás mostrando toda tu fragilidad, que es lo que ataca la violencia –expresó-. No voy a tener defensa posible. (…) Yo siempre necesito una excusa, algo que tenga significado, no sólo hacerlo por chingar o por exhibicionista.

-¿Qué significa llevar el cuerpo a la Plaza?

-Es un poco como las señoras de Sepur Zarco. Es asumir una postura. Alguna gente se atrevió a ir a dar la cara, a ir a poner el cuerpo, no como carne de cañón, pero sí como materia para representar la protesta; representar ideas… 

Me pidió tener cuidado para no darme un cabezazo con el encendedor de la luz… No por mí, dijo, sino porque se iba a romper. Risas…

-Entonces, te lo pregunto de otra manera. ¿Qué sintió tu cuerpo en la Plaza?

-Primero, una felicidad enorme –confesó-. Porque para mí, los espacios públicos son para usarlos. Aquí, los espacios vacíos, la gente no los puede interpretar como lo que son: espacios de pensamiento o de libertad o expresión. Cree que sólo pueden haber espacios delimitados y contenidos por paredes y un techo; espacios que tienen estructura. Es como todo, siempre buscan tener una estructura. Por sí mismos o mismas no pueden. Se les viene abajo el yo. Estar en la Plaza, es espacio para expresar. Me gustó. Sentí rico, pues, porque yo siempre lo he buscado y la gente aquí, a partir de un momento en la historia de Guate, dejó de hacerlo…


Puchis. “…siempre buscan tener una estructura. Por sí mismos o mismas no pueden. Se les viene abajo el yo”. Tremendo. Pero, ¿y no todo nuestro mundo es estructural, pues? ¿Y no dice López y Rivas que hay que aspirar a transformar la estructura del Estado? Ay no, ¿no será Daniel un fotógrafo de rollo anarquista?

Otro de los participantes que pidió no poner sus datos: “Mi cuerpo es mi instrumento, el estuche que me permite caminar por el mundo”, escribió por correo electrónico. Le pregunté si lo usaba como mensaje político: “¿Con mi cuerpo? Claro. La apropiación de mi cuerpo ante una sociedad que se atreve a juzgar a cualquier persona simplemente por ser diferente. Mostrarme sin temor como un acto de rebeldía...”.

Ana Lucía Ramírez Fuentes, participante y estudiante de Historia de la USAC, habló sobre su cuerpo como instrumento político: “Lo es. Con él transmites un discurso. Con lo que te pones, con lo que no te pones... cómo te sientas con tu postura…”. Así describió las resistencias en su familia, las de su mamá en particular: “Era romperle su pequeña imagen de la Lucy niña. Le conté. Me dijo que no lo hiciera, que qué iba a decir la gente, que tu imagen pública, que no sé qué y luego, al final, como último recurso, fue así como: tú no te vas a atrever… ¡Y a huevos!, tú no te vas a atrever, ¡más fui! Por más chingar…”.  
 
La comunicadora feminista, Sabrina Morales Tezagüic, también se desvistió ante la cámara de Hernández-Salazar y habló del cuerpo como instrumento de lucha política y ciudadanía: “El año pasado, entre abril y finales de año, cuando la ciudadanía salió a las calles, finalmente la gente llevaba su cuerpo a la Plaza. Tenias que paparte allí. Sin la presencia no hubiera sucedido lo que sucedió. Eso nos debería dar una valoración también de la fuerza que tiene la presencia, de la fuerza que ejerce el cuerpo”.                           

La fotógrafa y columnista de Asuntos Inconclusos, Andrea Torselli, opinó del poder político del desnudo en la imagen: “…radica en el hecho de poder llevar la exposición a cabo y exhibirla en un espacio público, además de difundirse dentro de la web y medios escritos. Esto, precisamente, porque Guatemala tiene un largo camino por recorrer en el tema de libre expresión, machismo y exclusión”, escribió por mensaje de Facebook. “Son palabras cortas pero muy fuertes en esta estructura patriarcal y conservadora que vivimos. Este mismo conservadurismo se aplica al arte, y el arte recordemos que también cumple un papel político por ser una creación que expresa una visión acerca del mundo, en este caso el entorno guatemalteco en este momento. Las imágenes siempre tendrán una connotación política, ya que son un reflejo también de la sociedad en que vive el artista que las crea, porque concretiza un pensamiento abstracto sobre un tema y crea un registro en un espacio-tiempo; porque vivimos en comunidad y lo que se dice a través de una imagen y otras formas de expresión artística influencia la percepción de los demás…”. 

Sobre la imagen del desnudo como construcción de ciudadanía, afirmó: “Puede ser una de las sendas para llegar a construir ciudadanía algún día. Por ejemplo, el tema de la tolerancia a través de este tipo de imágenes puede influenciar en cierto grado la lucha por los derechos de la mujer o el racismo. Considero que el tema ciudadanía va más ligado al Derecho, sin embargo, creo que lo que se puede crear con la imagen del cuerpo es una concientización de los individuos sobre los estereotipos (belleza tipo Hollywood), sobre el rol de la mujer en la sociedad, sobre nuestra apertura como sociedad a temas sexuales, etcétera”. 

El psicólogo, analista político y también columnista de Asuntos, Mariano González, destaca la intención de los participantes en el discurso de la imagen: “…es perfectamente obscena porque transgrede y violenta las normas mojigatas de la sociedad guatemalteca, porque muestra y celebra los cuerpos reales, ´normales´", afirmó por Facebook. "Carlos Castilla del Pino, psiquiatra español, recuerda la definición de María Moliner de lo que es obsceno y que califica muy bien la muestra: "[falta] de vergüenza al exhibir las propias fealdades o lástimas corporales o de otra clase, o ante la exhibición de cualquier cosa íntima…".  

El antropólogo Oscar Maldonado, que también hizo la reseña conceptual de la expo, habló sobre el cuerpo como construcción de ciudadanía y comunidad en casa del fotógrafo: “El poder de la exposición de Daniel era mostrar el poder del cuerpo desnudo. Pero creo que el poder del cuerpo vestido o el poder del cuerpo, simplemente, es bien importante porque todo lo que hagamos va a repercutir sobre el cuerpo. Quizá, salud reproductiva, quizás, equidad de género, el respeto a las minorías sexuales, la misma educación... todo va a repercutir en algún momento en el cuerpo, independientemente si está vestido o desnudo. Claro, cuando vos mostrás un cuerpo, la fuerza del cuerpo desnudo radica en que vos ponés tus ojos sobre el cuerpo de la persona, más que sobre lo que la persona lleva puesto. Le quitás todo el ropaje, le quitás todo el decorado. Finalmente, te queda sólo la persona y su cuerpo, y creo que ahí está el valor, justamente, de mostrar los dípticos, que te muestran a un individuo, como podría ser cualquier otra persona desnuda y como los ves en la calle, y luego lo ves muchísimo más enfocados en su cuerpo y su intimidad”. 

Yo le pregunté, primero, qué pasaba con el cuerpo al llevarlo a la Plaza a manifestar: “El cuerpo se suma no sólo al cuerpo en sí, sino a un colectivo de cuerpos”, responde concentrado. “Un cuerpo en sí no hace tanto como lo hace un colectivo. Es bien importante entender el poder del cuerpo físico de las personas; sobre todo, que estamos tan metidos en los medios digitales, porque el medio digital y las redes sociales son útiles, pero también son una manifestación de no cuerpo. Vos podés meter tu propuesta en Facebook, mandar tus tuits y cualquier cosa, pero eso no va a tener ninguna implicación corpórea hasta que vos sos consecuente y utilizás lo que ponés en Facebook y tus tuits para movilizarte y llevar tu cuerpo a la Plaza. En esta era cibernética, el cuerpo toma muchísimo más valor porque tenés una materialidad que circula en el mundo virtual, que no es la realidad concreta de lo que está pasando en nuestros cuerpos, y nosotros podemos incidir usando nuestros cuerpos”.  

Luego, qué había sentido él estando en la Plaza: “…mucha emoción de ser uno más”, afirmó (silencio prolongado). “Mucha excitación. Puedo usar mi cuerpo como un instrumento de comunicación, con la voz, llevando la pancarta y creo que casi todas las personas que iban allí sentían también cierta esperanza de ver las repercusiones de lo que pudiera ocurrir, de ver cómo eso iba a tener una significancia en el cuerpo: en mi forma de pensar, en mi cotidianidad, en cómo la sociedad podía cambiar… Yo creo que mucha gente se sintió empoderada por lo que llevar su cuerpo a la Plaza podía significar. Yo creo que ahora mucho menos nos van a poder decir que protestar es de resentidos, que protestar es de marginados, de comunistas, que tampoco tiene nada de malo... Ya tenés esa dualidad, como que el capitalista es el “bueno” y el comunista es el “malo”, como si el capitalismo nos hubiera sacado a nosotros del subdesarrollo, de la ignorancia y de la miseria en que vive este país...”.



El sociólogo Edelberto Torres-Rivas nos pone (el cuerpo) en la realidad: “Las circunstancias  sociales, políticas, culturales y diariamente-cotidianas que se van produciendo en la sociedad, son las que se entrecruzan en la vida para construir o destruir ciudadanía(s)”, escribe por correo electrónico para Asuntos Inconclusos. “La diferencia que media, que intermedia, es un dato técnico, no necesariamente nuevo: la fotografía con todos los toques de modernidad…”.      
 
Pero para el doctor en Artes y Letras de América Central de la Universidad Nacional de Costa Rica, Miguel Flores Castellanos, no hay mérito suficiente en las acciones de los participantes de Guatemala se re(v)bela como para considerarlas política autonómica del cuerpo: “…son decisiones que hicieron los modelos de plantarse tal cual ante la cámara y, más que eso, mostrarse públicamente. Para mí, la práctica política no debería ser inducida como es en este caso”, escribió por correo electrónico. Flores Castellanos reserva esta práctica, otra vez, sólo para lo que considera élites artísticas: “Una práctica política, la de Regina José Galindo o Sandra Monterroso, o el propio Daniel que se promocionó desnudo…”. 

Y fue más enfático: “El acto de desnudarse en público es un acto político en sí mismo. Pero no creo que sea una esperanza de nada”.

Rémy Carrère, director cultural de la Alianza Francesa de Guatemala: “El motivo de la exposición era de retar los estereotipos, prejuicios y temores que impone la sociedad respecto a los cuerpos", escribió por correo. "Una gran parte de la población guatemalteca comparte unas aspiraciones de apertura, tolerancia y libertad que traduce “Guatemala se re(v)bela”, una exposición que contribuye al cambio social para una sociedad más abierta y tolerante”.

Y Torres-Rivas analiza sus gestos y se acerca un poco a López y Rivas: “No es lo mismo el cuerpo desnudo o vestido, y valdría la pena hacer el análisis de lo que revela una u otra condición, si hay diferencias o no desde la izquierda política o desde el ojo miope de un sacristán”, escribió. “Pienso que puede tener, más bien, dimensiones complementarias. ¿Contradictorias? Vestido, el cuerpo ya señala diferencias de estratificación o clase y por supuesto desigualdades con efectos políticos (aquí es posible responder si es un instrumento de autonomía política). En un país antidemocrático, las diferencias son más evidentes, hablan más, gritan… Un cuerpo medio desnudo o medio vestido puede significar muchas cosas; por lo mismo, por lo que un cuerpo medio vestido no es el equivalente a uno medio desnudo: un cuerpo medio vestido, con traje de baño, es un clasemediero; o un cuerpo medio desnudo, cubierto de harapos, es un pobre extremo”.   
  
Pero, ¿es así? ¿Es el Derecho, como dice Torselli (o lo que el establishment llama “Estado de derecho”), el único camino para construir ciudadanía, o puede hacerse desde el arte, desde la imagen? ¿Y pueden sólo las élites artísticas hacer política plena con sus cuerpos, como sugiere Flores Castellanos, o está al alcance de todos como señala Torres-Rivas? ¿Hay una Guatemala que se re(v)bela o muchas? ¿Es refundar el Estado el único objetivo válido para todas las resistencias? ¿Qué otros objetivos pueden tener?                

El deseo de libertad: un principio fundamental             

Aunque es innegable la necesidad histórica, real y colectiva de transformar el Estado-nación en Guatemala, esta no es todo, y no basta por sí misma para explicar la acción de los sujetos políticos que se quitan la ropa en la exposición de Hernández-Salazar de febrero pasado (ni mucho menos podemos reducir todo a la intención del artista). No. Hay algo más. Tiene que existir algo más. Tal vez es una fuerza inconsciente y compleja, visceral y trascendente. Algo profundamente vital, cotidiano y creador. ¿De dónde les viene el deseo de libertad a estas personas?, ¿de dónde? ¿Y a dónde les lleva? ¿A “refundar el Estado” solamente? ¿Así de predecible y lineal es nuestra historia?   

El sociólogo Alejandro Flores nos ofrece otra posibilidad en un ensayo de Plaza Pública de julio de 2015 que tituló: "¿Una política del deseo?", y que intenta ser una nueva opción de emancipación posmoderna inspirada en las marchas de la Plaza, pero más allá de tomar el poder del Estado y su transformación, como proponen marxistas tradicionales como López y Rivas. Flores empieza resignificando el concepto “deseo” que mueve la fuerza social del cambio: “El deseo, para Deleuze y Guattari, no sigue una ley universal”, escribe. “Sino que se disemina desde los márgenes y a través de los engranajes de las máquinas que intentan limitarlo. El deseo es aquello que puede reconfigurar la máquina misma. En este sentido, el deseo no es una falta, una carencia, como tradicionalmente se lo ve en el Psicoanálisis, sino una fuerza productiva y vital que moldea la realidad. (…) El deseo es lo que escapa”.

Así, una política autonómica del cuerpo desnudo (o no) no necesariamente busca tomar el poder del Estado y transformarlo, sino más bien, construir un nuevo poder contrahegemónico más allá de él: cotidiano, diverso, transversal. Flores propone otro elemento teórico para explicar esta intención que también llama ´anarquista´: “En tal sentido, Clastres sienta las bases para entender la política como un fenómeno de la cultura que está sujeto a una multiplicidad de reglas, que varían dependiendo de las sociedades estudiadas y no en base a un criterio absoluto que niega sistemáticamente el carácter político de los otros”. 

Las gentes que se quitaron la ropa, la “Guatemala que se re(v)bela”, no serían (solamente) entonces sujetos que aspiran a renovar su ciudadanía en un marco nacional reformado, como pensaría López y Rivas, sino la expresión viva, real y directa de una multiplicidad de resistencias, intenciones y sentidos que poco o nada tendrían que ver, necesariamente, con reformar el Estado guatemalteco. Más claro: no habría una sola Guatemala que se “rebela” (sin v entre paréntesis) manifestando en la Plaza de la Constitución contra la corrupción de las instituciones públicas. Habría muchas, locales, cotidianas y con distintos fines que, por ejemplo, pudieron converger al sentirse convocadas en un tiempo y espacio común y alternativo: la obra artística del fotógrafo Daniel Hernández-Salazar. Es decir, la otra Plaza, la otra protesta más allá del Estado o, mejor dicho, las otras Plazas, si entendemos que cada cuerpo es un espacio diverso de manifestación política.
 
Flores llama la atención hacia lo que considera un defecto de las luchas contrahegemónicas: “A mi juicio, se está muy cerca de prorrogar una práctica de vida fascista cuando la “toma del poder” (del Estado)* se convierte en la condición de cualquier posibilidad política…” (¿es Hernández-Salazar un fotógrafo de rollo anarquista?).


“El chavo se rasura la parte púbica para que no te quede ninguna duda de que lo que está aquí es una vagina”, opinó Hernández-Salazar, sobre uno de los participantes de Guatemala se re(v)bela que era transgénero. “En ningún momento tuve dudas de que estoy hablando con un hombre. (…) Obviamente es una nueva masculinidad. (…) Yo creo que ahí está haciendo política bien fuerte y bien eficaz con su cuerpo”. Asuntos Inconclusos intentó tener una declaración del modelo de esta foto pero no fue posible    

Miguel Flores Castellanos hace visible la amplia y compleja relación entre el Estado y el cuerpo: “El Estado ha sido represivo con el cuerpo”, afirmó. “Para muestra, los desenterramientos y fosas donde el ejército depositó a tantos indígenas y no indígenas. Hay que ver las cárceles o el trato de los policías en los momentos de detención. El Estado es miedoso del abanico de expresiones de la sexualidad. Lamentablemente, estamos bajo la fuerza de un Estado mojigato. Es elogioso que al fin el RENAP acepte a las personas transgénero y lo pongan en sus formularios y establezcan protocolos de atención. Pero también, fuera del Estado, se atenta contra el cuerpo. Basta ver las empresas mineras. Las galerías de arte no aceptan una exposición de desnudo, aducen tener sus calendarios llenos, pero lo que sucede es que no quieren problemas ni ofender a sus clientes habituales conservadores que mantienen su flujo de caja”.   

Y esta relación se hace más compleja todavía cuando, según Carrère, el Gobierno francés reconoce el trabajo político de Hernández-Salazar: “Lo más notable con el trabajo artístico de Daniel Hernández-Salazar es que no sólo tiene fines estéticos, sino que lleva también una fuerte carga política y social. (…) es reconocido a nivel mundial, su trabajo ha sido presentado en más de 30 exposiciones individuales y más de 40 colectivas en Norte, Centro y Sudamérica, Europa, Japón y Corea. Por su labor artística en servicio de los Derechos Humanos, fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno francés en 2005. Así que tener un artista de esta índole en la Alianza Francesa de Guatemala fue para nosotros un gran honor y seguramente la exposición será uno de los eventos más destacados de nuestra temporada cultural”.      

Torres-Rivas es más cauto y nos pone freno a la euforia: “La autonomía en relación al cuerpo puede entenderse como una infinita posibilidad de actos”, coincide con Alejandro Flores. “Pero si es política, ya implica límites; y si se le piensa o se le usa como instrumento, las acotaciones son mayores. Es parte de la conducta contemporánea imaginar y desarrollar iniciativas a partir de la pertenencia del cuerpo que nos pertenece. Un mayúsculo cincuenta por ciento se refiere al cuerpo, cuya autonomía política no tenemos”. 

Sin embargo, aunque con “límites”, según él, le reconoce al cuerpo virtudes políticas: “La categoría ´instrumento´ puede desarrollar autonomía política”, afirma. “Todo esto es o se convierte en instrumento de autonomía política”. 
 
Morales Tezagüic, habló de su experiencia corporal como mujer y comunicadora. Tanto los mecanismos de control social hacia el cuerpo como sus resistencias, se dan en diversos planos. Primero, en la familia: “…desde el momento en el que si nacés niña te ponen rosado sin preguntarte a vos nada, te perforan las orejas sin preguntarte nada y luego te enseñan a darle a tu cuerpo cierta forma, y te exige la sociedad que luego, ya mayor, cuidado tenés panza y cuidado tenés lonjas; hay dominación en esa parte”, afirma. “Yo soy una mujer muy pequeña y a veces he sentido presencias que pasan sobre mí o se acercan demasiado y yo creo que las mujeres tenemos todo el derecho de acercarnos a los demás y que los demás se acerquen a nosotros, respetándonos”. 

Luego, en los medios: “El cuerpo de los hombres tiene que ser muy atlético, tienen que marcarse los músculos para que sea aceptado. El de las mujeres también tiene ciertos requisitos para ser aceptado en los medios tradicionales. Es muy triste porque hay mujeres que nunca van a aparecer en los medios y hay hombres que nunca van a aparecer en los medios, o hay mujeres que la única vez que pueden aparecer en los medios es cuando su cuerpo ha sido mutilado y aparecen en un barranco o en la calle; incluso niñas. Entonces, hay un uso de los cuerpos por parte de los medios...”.

Para Sabrina, hay una doble moral. El cuerpo desnudo, en especial el de las mujeres, es valorado de muy diferentes maneras en los medios: como mercancía y como política de violencia en las noticias.         

Maldonado, por su parte, intenta explicar la realidad de la expo más allá del gesto simbólico. Define tres momentos concretos: “El primer círculo concéntrico, si puedo decirlo así, está en el ámbito de Daniel y sus modelos; cómo para muchos fue un acto liberador el hecho de quitarse las ropas. El siguiente momento, es cómo esa gente se vio junto a otros que posaron igual en la exposición, y luego está el otro grupo que son las personas que no tuvieron nada que ver en el proyecto pero que asistieron, y su propia imagen de su cuerpo pudo haber cambiado. Y vos podés decir: bueno, la exposición son fotos, está en una galería y es un “no cuerpo”, pero es un proyecto basado sobre cuerpos reales y que tiene implicaciones en cuerpos reales. En ese sentido, es una interfase entre un cuerpo y otro cuerpo, más que un “no cuerpo”. El “no cuerpo”, para mí, es la no presencia. Pero ahí sí hubo presencia”.



Si esto es así, tanto el sujeto político que se quita la ropa como el gesto político de hacerlo en público, son reales. Va tomando sentido así el concepto del cuerpo como territorio político… 

-Pues yo me visto porque hay que vestirse -dice Daniel-. Está como asumido. O me visto así porque soy hombre. Entonces, es un poco inconsciente la cosa. Es muy raro que vos te cuestiones: ¿y los hombres por qué se visten así? O en realidad, ¿por qué me visto? Sí sería un poco jodido andar desnudo porque te quemarías con el sol y te picarían los mosquitos más fácil.

El sujeto que se atreve a mostrar su cuerpo en esta Guatemala, lucha por una cuota de autonomía, de libertad. Se ha "re(v)belado". De eso no hay dudas (al menos empíricas). Los mecanismos de control social que sobre este han pesado, históricamente, son tan diversos y complejos, y ocupan tantos espacios y formas en su vida, que un cuerpo-territorio político tendría muchas más posibilidades de liberación, más allá de la sola democratización del Estado nacional. La verdad es que hay hambre de ser; un insondable y profundo deseo de libertad. Es como dice Cornelius Castoriadis:La historia es tanto creación consciente como repetición inconsciente”.      

-Yo me dejo llevar por lo que siento, no tanto por lo que leo -dice Daniel. Y volvió a divagar-: ¿Por qué me preguntaste? 

Daniel Hernández-Salazar (Guatemala, 1956). Según su blog, fotógrafo artístico y documentalista del cuerpo humano, arquitectónico, etnográfico y de memoria histórica. Estudios de Arquitectura en la UFM y de foto comercial y arquitectónica en Winona School of Professional Photography de Indiana y el International Center of Photography de Nueva York. Corresponsal en Reuters, Agence France-Presse y Associated Press. Muestras y trabajos individuales y colectivos relevantes, dentro y fuera del país: Epifanía (1989), Rostros de la música (1993), Ecce homo, desnudo masculino (1995), Eros y Thánatos (1997), Memoria de un Ángel, imagen del Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica, REMHI/Informe Guatemala: nunca más-ODHAG (1998), Por qué estamos como estamos (2004), Para que todos lo sepan (2007), Ángel callejero, memoria histórica (Auschwitz, Corea del Sur, Tlatelolco, Hiroshima, Buenos Aires, Austin, Texas, Chicago, Montreal, España y Guatemala; 1999-2010), Árbenz, fin del exilio/Apoteosis del retorno (2011), Jacobo Árbenz, combatiente de la libertad y el desarrollo (2011), Memento vitae/Memento mori (2014), PHOTOPIA (2014) y Guatemala se re(v)bela (2016)

*El paréntesis es mío.
Lee también: Guatemala se re(v)bela, el cuerpo como territorio político (I)   

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Christian Echeverría 

Una rara mezcla entre psicólogo, poeta, activista, bloguero y periodista digital que sólo es posible en el siglo xxi. Creador de Asuntos inconclusos
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